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Dani hispanorusoucranio

Mi ahijado Daniel, un bello Adonis, en la pubertad, tristemente con el síndrome de Asperger profundo; es hijo de una bella y fatídica madre ucraniana y, su excepcional padre, mi amigo Yuri, a quién invitamos en su Moscú natal a incorporarse a la Orquesta Sinfónica malagueña, después de oírle, clandestinamente, en las cercanías del Kremlin, en su escuela de los talentos, Gnesin; mostrando sus habilidades sobre los timbales con los acordes de la Novena. Eran los tiempos del cambio en Rusia, viviendo enloquecidamente pobres sus ciudadanos, a muchísimo bajo cero.

No estuve muy católico, pero la amistad avodcada, te lleva a dar un traspié al frente. El imberbe pope, me largo una vela de acompañante a la madrina, la única ortodoxa en el rito, mientras el niño lloraba desesperado. La ceremonia se alargó hasta las eternidades; el bautizo en cirílico duró mucho más que, un ágape clandestino en pandemia de nuestros compadreos locales.

Al trinacional Daniel, le será imposible encontrar un leitmotiv para la invasión de una de sus patrias desconocida. Él, se ensimisma más con el ritmo de la bola de pimpón y, no le falles nunca que te borra del juego.

Su padre, el gran maestro Chuguyev, excepcional interprete, compositor fecundo y batuta exacta; capaz de poner más copas en la Plaza de la Merced que en las bodas de Canaán; sé que está ahora muy azorado por la invasión de Ucrania, su antaño admirado Putin que le había devuelto lozano el oso ruso, ha traspasado la cerca y ha convertido la miel en hiel, para su inmenso disgusto.

Yuri ha sabido componer, para la Semana Santa malagueña en sacrotecno, ha creado: Los cuadros sinfónicos de Picasso, Flores de Málaga, El Ecumenicón, Gambito de Cáucaso, a Almería, a Gaudí, al pueblo Andalú, a la Paz... Desde la Basílica de Guadalupe, la Crimea putiniana, en Guernica, frente al papa Francisco en Ereván la capital de Armenia, ha conocido su música y su dirección orquestal.

De la fantasía sinfónica a Crimea, pasó a dirigir en Moscú, su creación dedicada a los destacados del Ejército Ruso que fueron a ayudar a los italianos en los primeros días de pandemia.

Mi compadre ruso, ya español, tendrá muy difícil, encontrar los acordes para los momentos de terror que vive Ucrania; los tambores de guerra, le romperán todas las baquetas en el intento, porque como todas las personas de paz, nada más que busca la buena sintonía.

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