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La peineta de la concejala

Las noticias de fondo me llegaron al trote de mis despiste, por un momento llegué a pensar que nuestras simpar edila Teresa Porras, había asistido al pleno pos festivo sin destocarse de la peineta, tal es su celo por exaltar nuestros eventos ciudadanos.

La tarabita repetitiva de la locutora, me abrió la modorra, y supe que la peineta fue un gesto desabrido e improcedente que propinó Teresa a la oposición, como consecuencia de un rifirrafe tópico con la bancada contraria.

Los que aumentamos la calvicie durante bastantes años en el Salón municipal por antonomasia, sabemos que aunque muchos concejales trataron de darle al pico con la mejor de sus inspiraciones, muchas veces las batallitas municipales, dan para tirar más de una pedorreta ante la malicie mal expresada. Ni Cicerón, ni el Tratado de la Argumentación de Perelman se tuvieron por escuela para la suntuosidad local, menos el añorado Libro de Urbanidad.

En fin, hubo su melé y nuestra amiga retiró el gestito, para que se descontara en acta, y tarjeta amarilla con visos de ponerse roja. Lo que me llamó la atención, de lo leído posteriormente, es que Teresa estuviera esperando de la lealtad sublime de los de enfrente, unas disculpas por un asunto sobreseído que tuvo su calado judicial, del que se hizo tromba de denuncia contra ella y el concejal de Urbanismo.

Ni fumando espero con mis cuatro pelos, tal inocencia política no tengo, que el munícipe jefe de los populares de la época; ya es llamarlo, el singular Antonio Cordero. Tuviera un ápice de gallardía para pedir perdón, por las falaces denuncias que inventó contra Pedro Aparicio, para manchar su incólume trayectoria como alcalde. Aquellas barrabasadas gozaron de toda el eco de los medios de comunicación, incluso nacionales, para su regocijo. Todo quedó en varias calumnias sin base, propias de su estilo.

Su compañero Cordero creó tan mala escuela en esa sala de la democracia de Málaga, como su alcaldesa Villalobos en foro que tuviera, quién premiara al contumaz marrullero don Antonio, con el tanganillo de edil de su equipo del PP. Tengo confianza que las peinetas no cundan, pero quién sabe de las nuevas degeneraciones gestuales del oficio, tan faltos de verbo certero en su ejercicio.

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