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El cristiano, la sociedad y el Papa

Uno de los problemas con el que nos encontramos los cristianos es el de la ceguera. Vamos por la vida sin ver aquello en lo que creemos: Jesús. Salimos a la calle preguntándonos donde está y si nos acompañara durante el día. Hay días que lo notamos a nuestro lado. Ponemos nuestra mano en su hombro y caminamos tranquilos sabiendo que no tropezaremos. Es como cuando una persona que es ciega físicamente camina apoyado en su amigo.

Otras veces, no nos sentimos así. Es como si fuésemos con el bastón tanteando por si reconocemos los sitios por donde vamos para encontrar el camino para llegar a nuestra casa. Es increíble la similitud que tenemos los cristianos, al ser ciegos espiritualmente, con aquellos que son ciegos físicamente y necesitan aprender a desenvolverse por sí mismos con un bastón o con un perro, la mayoría de las veces, y solo en contadas ocasiones con aquellos seres en los que confía plenamente y se sienten seguros. Es cuando verdaderamente se les ve pasear relajados y felices.

Esa tranquilidad y confianza también la tiene el cristiano cuando en la celebración de la Eucaristía, en su recogimiento, escucha y medita la palabra de Dios.
Los cristianos sabemos lo que hacer. Lo hemos leído mil veces. Nuestros evangelios nos lo dicen, pero parece que después de oír la palabra de Dios y salir a la calle nos venimos abajo. Perdemos la confianza que su lectura y comprensión nos produce. Es como si el Jesús de los Evangelios nos iluminara, pero cuando salimos a la calle las pilas se agotan rápidamente, por lo que vemos en ella.

El cristiano ha de tener una participación visible en nuestra sociedad. La labor callada de nuestras hermandades y congregaciones religiosas es enorme. La capacidad de movilización de nuestras imágenes, es deseada por sectores políticos de nuestra sociedad que, precisamente, atacan a la religión. Y su capacidad de recaudación, envidiable no solo por quienes marcamos la casilla en nuestra declaración de la Renta, sino por quienes, de manera continuada todos los domingos, participan en el cepillo de las iglesias. Yo sé que no necesitamos votos, pero por sus obras los conoceréis.

Ante la situación a la que nos está conduciendo la globalización, en la que las diferencias entre ricos y pobres, no solo se ha incrementado económicamente, sino que cada día hay menos ricos, riquísimos, y más pobres, no es de extrañar las palabras de nuestro Papa, pienso que en un intento de animar a los cristianos a hacer algo más de lo que hasta ahora estamos haciendo. Dos son los retos que nuestro Papa ha lanzado: Que cada parroquia de Europa acoja a una familia de refugiados, y la comparación que ha hecho con los comunistas.

Esta última solo se puede entender desde el punto de vista de nuestro mandamiento de "Amaos los unos a los otros como yo os he amado". Entendido como el máximo principios de caridad y generosidad espiritual para con los demás puede compaginarse con el concepto material de comunismo según el cual es la doctrina que establece una organización social en que los bienes son propiedad colectiva.

Por lo demás, nada equiparable en el cristianismo con el manifiesto de Carlos Marx. Los cristianos, acomodados en su postura de labor callada, parecen que están siendo animados a salir a mostrar sus principios.

 

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