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VENTANA AMERICANA

UNA PELÍCULA INCÓMODA

En el año 2006 la película “Una verdad incómoda”, basada en el libro del mismo nombre del ex vicepresidente estadounidense Albert Gore, obtuvo el Premio Oscar al mejor documental abordando el tema del cambio climático. El título de la obra hacía referencia al problema del calentamiento global, pues dejaba en claro que la actividad humana consumista y desaforada había provocando el aumento de la temperatura terrestre poniendo en peligro no solamente el equilibrio del medio ambiente sino también la supervivencia futura de la raza humana.

La cinta, dirigida por el cineasta Philip Davis Guggenheim, además de hacer énfasis en la responsabilidad (o mejor, culpabilidad) del ser humano en esta situación, también aseguraba que la única manera de frenar e intentar revertir el peligroso aumento de la temperatura terrestre era frenando nuestra adicción al consumo de combustibles fósiOficina de Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (UNODC, por sus siglas en inglés)les y llevando a cabo transformaciones radicales en nuestro estilo de vida en casi todos los aspectos de la misma, lo cual ha ido retrasando la adopción de medidas gubernamentales mundiales efectivas para solucionar esta grave crisis medioambiental.

Y en el primer trimestre de este año 2004, otra “película incómoda” se ha situado entre las más taquilleras de la industria del cine, al mismo nivel de éxitos comerciales como “Barbie” o la última entrega de las aventuras de “Indiana Jones”. Se trata de “Sonido de libertad”, producción audiovisual basada en hechos reales que aborda el doloroso tema del tráfico de niños y niñas para su explotación sexual.

Este filme se inspira en el caso de Timothy Ballard, un ex agente del Departamento de Seguridad Nacional de los Estados Unidos, quien dejó su trabajo persiguiendo a las redes de pedófilos de su país para dedicarse a rescatar a menores de edad que habían sido esclavizados por las bandas de trata de personas que operan en países de América Latina.

La creación audiovisual, dirigida por el mexicano Alejandro Gómez Monteverde, no ha estado exenta de polémicas, como siempre ocurre con cualquier obra artística que logra destacar por encima de sus contemporáneas. Algunas personas la acusan de estar al servicio de intereses de grupos ultrarreligiosos; otros, de alimentar teorías conspiranoicas; y no faltan quienes critican su calidad cinematográfica.

Pero lo que realmente ignoran, con o sin intención, los detractores de esta producción, y que finalmente es la cuestión principal, es la denuncia de la esclavitud con fines de explotación sexual a la que son sometidos unos dos millones de niños y niñas en las Américas, según datos de la Oficina de Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (UNODC, por sus siglas en inglés).

Esta cifra de menores de edad abusados representa el 48% de las personas explotadas sexualmente en Centro y Sur América y El Caribe, con un perfil de víctima que se repite: menores en situación de pobreza y riesgo de exclusión social que son engañados o directamente raptados por las redes criminales.

“Sonido de libertad” hace un llamamiento para combatir dentro y fuera de las fronteras de las naciones americanas la trata de menores, así como como también perseguir a los mal llamados “consumidores” que enriquecen a los criminales, quienes han encontrado en este abominable delito una mayor rentabilidad que la del tráfico de drogas; puesto que mientras en un día una papeleta de cocaína se vende una sola vez y una niña puede ser vendida a diez personas diferentes en esas mismas 24 horas.

Ante esto, no es posible permanecer impasible ni indiferente.

Luis Gabriel David

Profesor y periodista

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