En el corazón del sur de España, donde el sol se ríe a carcajadas en el cielo azul, donde el mar abraza la costa con mimo, y donde las montañas susurran historias ancestrales, se encuentra una joya inigualable: Málaga. Esta ciudad, imbuida en una atmósfera de belleza y encanto, ha cautivado los corazones de todos aquellos que han tenido la fortuna de conocerla. Pero, en este enamoramiento colectivo por Málaga, debemos recordar que el amor, el verdadero amor, no es ciego.
Así, no podemos ponernos una venda en los ojos cuando nuestro propósito no es otro que el de mejorar la calidad de vida de los malagueños. Los de cuna y los de residencia, malagueños todos.
Si hay algo que, de un tiempo a esta parte, parece estar literalmente atascada es la movilidad. El tráfico, por el propio crecimiento alargado de la ciudad, supone un verdadero suplicio para cualquiera que necesite llegar de un lado a otro. Quienes viven en Rincón de la Victoria bien saben que si trabajan, digamos en Málaga centro, deberán dedicar gran parte del día al desplazamiento. Ya sea en medios públicos o privados.
En este sentido, bien podríamos darles voz a algunos vecinos como, por ejemplo, los de Jarazmín. Que sólo tienen acceso a una única línea de autobuses, que deja de prestar servicio a las siete de la tarde, que no lo presta en fin de semana y cuyos intervalos superan ampliamente los veinte minutos. Esto sin hablar del metro que no llega al Parque Tecnológico o del que, ni está ni se le espera, cubriera la zona de Málaga este.
Y estos son algunos ejemplos ya que, aunque desde el equipo de gobierno de nuestro Ayuntamiento insistan en compararnos con ciudades como Madrid, Londres o Berlín; la realidad de Málaga es muy diferente. Por un lado, nuestra ciudad se encuentra en una suerte de encajonamiento entre el mar y las montañas, e, irremediablemente, ha crecido hacia los lados. Por otra parte, los sistemas de transporte público de aquellas ciudades son, sencillamente, incomparables. Y es que está claro que, muy a nuestro pesar, Málaga tiene aún mucho trabajo en lo que a transporte público y movilidad urbana se refiere.
Llegados a este punto, sería sensato pensar que lo mejor para seguir avanzando y mejorando nuestra ciudad es darle un impulso a las redes de autobuses, metro, metro ligero o cercanías. Todo esto antes de hacer ninguna propuesta encaminada a potenciar el uso de un transporte público que, a la vista está, aún no llega a dar servicio y comunicar, de manera eficaz y verdaderamente útil, todos los puntos de nuestra ciudad. ¡Nada más lejos de la realidad!
La cuestión es que estamos frente a un anteproyecto para el establecimiento de una Zona de Bajas Emisiones (ZBE) en Málaga sin que exista obligación ni necesidades reales, previsión de las consecuencias ni consulta alguna a la ciudadanía, por supuesto. Esto, que ya es una realidad, consiste en la colocación de cámaras perimetrales en las vías de acceso al centro de Málaga con capacidad para identificar, tanto la matrícula del vehículo como las identificaciones de calificación de tipo de vehículo de la DGT. Es decir, se ha creado una especie de cerco de seguridad alrededor del Centro de la ciudad, cuyo objetivo es identificar a todos los vehículos que accedan o salgan a la ZBE.
En principio, no tiene por objeto el control de la calidad del aire ni mejorar de ninguna forma la posible contaminación porque la calidad del aire de Málaga, según el baremo ICA, es inmejorable. Por otro lado, este perímetro ha costado 6 Millones de euros del erario público (3.6M€ financiados por la EU). Un gasto que tiene, pues, el objetivo de controlar y fiscalizar a los vehículos que entren o salgan de la zona delimitada sancionando a aquellos que incumplan las restricciones.
Los vehículos modernos (eléctricos o híbridos), podrán obtener una identificación, con una tasa anual, que les permitirá acceder libremente a la ZBE y aquellos que no lo hagan, pagarán cada vez que quieran acceder. De esta manera, los ciudadanos pagarán sí o sí por circular por las calles del centro de la ciudad en lo que implica una evidente limitación de derechos fundamentales básicos, como la libertad de circulación de personas (Art.19 CE), así como el establecimiento de un elemento de segregación social en función del lugar en el que residas o vivas en una ciudad.
A la vista está el afán recaudatorio. Puesto que no existe ninguna normativa europea que regule, ni mucho menos exija la implantación de una ZBE ni la, a veces, aludida Directiva 2008/50/CE, que haría referencia a la calidad del aire sería de aplicación en el caso de Málaga. Así, se puede afirmar que el Ayuntamiento de Málaga acaba de concebir y establecer, de hecho, el mayor y más importante peaje de España.