Inicio Opinión

Vargas Llosa: limeño y malagueño

Con 89 primaveras recién cumplidas abandonó hace algunos días el mundo terrenal Jorge Mario Pedro Vargas Llosa, el “escribidor” peruano-español ganador del Premio Nobel de Literatura en 2010 por su dilatada carrera narrativa que incluye una veintena de novelas y un sinnúmero de relatos y artículos, los cuales le valieron incluso para ser admitido hace dos años en la prestigiosa Academia francesa (cuyos miembros son conocidos como “Los inmortales) sin haber publicado nunca ni una línea en francés.

Aunque nacido en la serrana ciudad de Arequipa, Vargas Llosa pasó su infancia y juventud en la capitalina y costera Lima, y allí retornó desde hace un año para finalizar el ciclo de su vida y recorrer de forma postrera los escenarios de sus obras iniciáticas: el barrio de Miraflores de sus primeros relatos “Los cachorros” y “Día domingo”; el colegio militar Leoncio Prado, donde transcurre la acción de la novela “La ciudad y los perros”; y el local en ruinas del antiguo bar La Catedral, inspiración de las más de setecientas páginas de “Conversación en la catedral”.

Muy lejanos parecen ya aquellos días en que el joven “Varguitas”, como le llamaban sus amigos, ganó un concurso de cuento con su relato “El desafío”, cuyo premio consistía en un viaje a París donde se afianzó su decisión de dedicarse al mundo de las letras en contra de la voluntad de su estricto padre.

Atrás quedaron los tiempos duros en que tuvo que ejercer al mismo tiempo varios oficios: bibliotecario, periodista, redactor de radio y catalogador del lápidas de cementerio, para poder subsistir a los diecinueve años y recién casado con su tía materna Julia, inspiradora de la novela “La tía Julia y el escribidor”.

En el pretérito perfecto se encuentra la época en que fue destacado como el mejor estudiante de Literatura de su promoción en la Universidad de San Marcos, obteniendo una beca doctoral para la Complutense de Madrid donde finalmente escribió su tesis  titulada “Gabriel García Márquez: historia de un deicidio”, sobre la obra de quien fuera durante muchos años uno de sus mejores amigos, y también representante de ese grupo de escritores que el crítico Emir Rodríguez Monegal bautizó con el nombre de “Boom latinoamericano”.

Para la historia de la Literatura permanecen las jornadas de vida bohemia y pobre en París donde escribió “La ciudad y los perros”, sacando del armario de la memoria sus recuerdos del colegio militar Leoncio Prado donde fue ingresado por su progenitor, creyendo este que así apartaría a su hijo Jorge Mario Pedro de las veleidades literarias. En la Ciudad Luz conocería a su prima Patricia Llosa, que se convertiría en su segunda esposa. Y su manuscrito sobre los cadetes limeños de primer año (denominados despectivamente como “los perros”), lo llevaría a ganar el Premio Biblioteca Breve de Seix Barral y conocer a la agente literaria Carmen Balcells quien, convencida de su gran talento, le abriría las puertas de los grandes sellos editoriales del mundo entero.

Pero lo que quizás una gran parte del mundo desconoce es la entrañable relación de Mario Vargas Llosa con la ciudad de Málaga. Durante veinticinco años consecutivos pasó una parte del tiempo de cada verano en la capital de la Costa del Sol. Aquí entabló una gran amistad con la profesora Guadalupe Fernández Ariza de la UMA. 

Esta doctora en Literatura Hispanoamericana y una de las principales filólogas estudiosas de la obra de quien ocupaba desde 1994 la silla L en la Real Academia de la Lengua Española, fue la principal artífice para que en 2007 la Universidad de Málaga le entregase a Vargas llosa el título de Doctor Honoris Causa.

Emocionante fue la ceremonia en el campus malacitano donde el ex candidato a la presidencia del Perú recordó a los profesores de primaria que le enseñaron a leer y a escribir, a los libros de “Pinocho” y “El mago de Oz” que recibió como regalo en las primeras navidades de las cuales tenía uso de razón, y a esas novelas de aventuras como “Los tres mosqueteros”, “El conde de Montecristo” o “Ivanhoe” que en su la adolescencia despertaron en él un deseo interminable de contar historias.

Siempre que podía, el autor de “Pantaleón y las visitadoras”, “La guerra del fin del mundo” y “La fiesta del chivo” venía a Málaga para participar en cuanto encuentro y coloquio literario era invitado. En una de esas visitas, en 2018, recibió la Mención de honor municipal de manos del alcalde Francisco de la Torre. Previamente, en 2014, la ciudad de Marbella lo había declarado “Hijo adoptivo” por su estrecha relación con esta localidad de la Costa del Sol Occidental donde acudía con frecuencia para someterse al “ayuno terapéutico” de la clínica Buchinger Wilhelmi.

Los innumerables obituarios y panegíricos que se han publicado en estas semanas tras el deceso de Mario Vargas Llosa insisten en que la Literatura está de luto. Pero no es cierto, porque ningún escritor o escritora desaparece mientras que alguien en el mundo siga leyendo, soñando, asombrándose y emocionándose con las historias como las que contaba este autor universal que “escribía en peruano”.  

Luis Gabriel David

Profesor y periodista

Ir ARRIBA