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GALLETÓN GALLEGO

Con Vallecas de bocata en el derbi del pobre a mediodía, las teles a grados de participación del censo gallego, todo era jugada para  siesta dominical de arroz con pollo. Los pellets de plástico en las playas, la maldición del Celta y el Coruña, un candidato caricantano, unos tejemanejes inexplicables de amnistías a indultos de don Feijóo con Puigdemont, tras tantas manis, ni que se diga; más todas las marimorenas, hacían que las meigas perdieran con la sibila, presagiando que el PP  naufragaba en Finisterre. Pero pasaron las horas de muermo espabile de jubilado, haciéndome el longui de las encuestas, hasta que el irremediable dato me dio con un canto en las mellas. Don PP conservaba la mayoría absoluta, el BNG gana 6 escaños, mientras los míos se escoñan perdiendo cinco,  si es por mal consuelo mire la tabla de Sumar. Como en la mesa del Hogar preside Bonifacio, afín a mis afines, ya somos dos para desafinar en tan estrepitoso desafine político; con unos resultados en el septentrión derecha, impropios de un partido institucional, de cascarilla casi. Los perdedores nos ahogamos en un mar de dudas y avanzamos por un cenagal de incertidumbres; más bien es tremendamente fácil “colgar toda la carne en el mismo garabato”, dándole al César lo que es del César, un galletón a Pedro Sánchez y a curarse los espantos; pero ya con tantos stens mejorando mis arterias, no puedo lucir tanta inocencia y menos adaptarme a las complacencias de un PSOE recatado. Muchos quinquenios hace, que aún en los más gloriosos momentos de representación, nuestras férvidas asambleas no dieran notas de contrariedad; no sé si fue con Felipe ganador, pero seguro con ZP, hasta los rifirrafes con el compañero Sánchez, calma chicha o silencio de columbario. El ostión gallego, nos lo ha puesto todo en cuestión, para buscar las vías militantes de salir del ostracismo.

Curro Flores

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