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EL MAPA IBÉRICO DE LOS ENANITOS

Erase una vez un alcalde, no hace falta mucho cuento, para saber que en la ciudadela del Paraíso, nos condenamos votando a un Francisco de la Torre, ni colorín, ni se pone colorado; haciendo honor a su nombre de crear un sembrado de torres insulsas, bueno, carísimas, haciendo honor a su apellido de baluarte erecto; si tuviera el mío y funcionara el mimetismo en el poder, tendríamos más flores para regar con calima Juanma que ladrillamen, pero  nos tocó enrocarnos. Siempre que asomo el cristal del parabrisas por el camino de Santa Isabel, y me retuerzo de risa por el prizker Moneo y terrazas de salmonetes guiris, me encabrito con la nueva torre, hotel Martiricos, edificio también de viviendas a 4.000 cucos de alquiler mensual. Nuestro gran hotel del dique de secano de la Rosaleda, rememora a nuestros santos patronos Paula y Ciriaco, orden menos machistas, que al parecer los lapidaron donde asesinaron a Paquito. Don Paco ha conseguido que sus bloques no nos dejen ver los montes de Málaga, y el de la Princesa le ha tapado Gibralfaro a la avenida de Europa, un prodigio de parche en el ojo para los malagueños que le revotan. Por la Feria de martirios evocando al tunela del tiempo, paseé con globo como pelele mis bombachos de retales; eché carreras para coger sitio en el Estadio; aprendí a decir comme ci, comme ca en la escuela de idiomas y algo más de gramática  enfrente. Por navidades acompañaba a Pedro Aparicio a felicitar al Real Cuerpo de Bomberos, aprendí a conducir y a entrenar driblando pedruscos. Pero lo que mejor disfruta mi memoria son las visitas con mi abuelo al cole del Mapa, era más divertido que estar dando vueltas a su viejo atlas de marinero, además con mi toque imaginativo buscaba a los siete enanitos, pero siempre estaban en la clase de Blancanieves; en fin, ojalá nunca sepamos si las escalas de la central de bomberos necesitan llegar a los áticos del mamotreto.

Curro Flores

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