Los que nos reímos hasta de nuestra sombra, porque la inteligencia natural nos tiene abandonado hasta la mala suerte. Por renqueo, que no por diligencia, leemos la panfletería de doctos y aproximones que tratan de alumbrarnos en los senderos de la Inteligencia Artificial. Con ese don profético que trae la mala ventura, nos dicen que la IA va a borrar del mapa muchas nóminas ancladas en vicios repetitivos, y que dejarán los oficios del talento creativo, la dirección estratégica y lo mata sanos, al albur del invisible ojo clínico, cobrando el jornal hasta el jubileo.
Un sabiete nos dice que no debemos tomar la artificial como un instrumento, sino más bien por un agente de esos que al final deciden con que copla quedarse. Otros que tienen el Derecho Constitucional hasta para la mosca veraniega, presiente que a la AI hay que dotarla de derechos, porque de obligaciones con darle al ON van a estar harticas. La proximidad de mis muelas de juicio al final del trayecto, hasta volanderas, me distrae en la ignorancia, también en la desesperanza de que no iré a votar con la IA puñetera en mi colegio electoral; tampoco de si al acumular derechos ciudadanos, elegirá los llamados partidos institucionales para su militancia o votación, o se marcará el Rentoy de confundir al personal con un partido de nuevo cuño, por considerar de coña los que venimos utilizando los humanoides.
La fábula de los talentos neotestamentaria, me reserva un juicio final con un mar de pérdidas vitales, porque fui hábil en utilizar más artificio que lógica de la chachi. Pero me imagino que el AI de mi abogado defensor, compartirá risotadas con jueces y jurados fingidos, porque en mi agujero de ozono, nunca se había visto un careto más blanco, impávido ante el devenir de las capacidades de los chismitos.