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Rompiendo la 'omertá' del acoso escolar

Desde hace ya dos décadas, el inicio del curso escolar en España coincide con el aniversario del suicidio del joven vasco Jokin Ceberio, quien el 21 de septiembre de 2004, a punto de cumplir quince años de edad, se quitó la vida empujado por el “acoso criminal” que venía sufriendo desde hacía ya varios meses por parte de ocho compañeros de clase, tres de los cuales eran hijos de profesores del centro educativo donde estaba estudiando.

El caso de Jokin conmocionó a la sociedad del país y dio inicio al reconocimiento y lucha contra un flagelo que se ha cronificado en las aulas, no solo del estado español, sino del mundo entero: el “bullyng” o acoso escolar.

También en estos días se ha dado a conocer un estudio realizado por la Fundación Cotec, una entidad privada sin ánimo de lucro que trabajo en pro del desarrollo social, en el cual se afirma que el 35% de los alumnos y alumnas de primaria, educación secundaria obligatoria (ESO) y bachillerato en España han padecido en carne propia algún tipo de acoso escolar en forma de agresiones físicas, agresiones verbales, agresiones psicológicas o agresiones sociales (marginación).

Este informe, realizado en colaboración con la Universidad Complutense de Madrid, revela también que el 80% de las agresiones se produce a través de las redes sociales y los servicios de mensajería, donde los acosadores vierten y divulgan contra sus víctimas los insultos, amenazas y falsos rumores.

Esta situación negativa y perjudicial para la convivencia escolar y la salud mental de los jóvenes no solo se presenta en los centros educativos españoles, puesto que otras investigaciones llevadas a cabo por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO) y el Programa para la Evaluación Internacional de los Estudiantes (PISA) han puesto de manifiesto que el  44% de los estudiantes en Costa Rica reporta haber sido víctima de acoso escolar., mientras que otras naciones de  América Latina con altos índices de bullying son Colombia (23%), Brasil (20%), Perú (20%) y Chile (20%), 

Tanto en el caso de Jokin Ceberio, como en el de las demás víctimas de este tipo de violencia intraescolar, se conjugan varios factores que agudizan el problema: vulnerabilidad de la víctima, impunidad de los agresores, pasividad de algunos profesores y directivos educativos, apatía y normalización de la situación por parte de los condiscípulos y desconocimiento en el ámbito familiar de lo que está ocurriendo. 

Pero, contrario a lo que se pueda creer, el acoso escolar sí es posible erradicarlo de todos los colegios de educación primaria e institutos de secundaria y bachillerato.

Voluntad para detener el acoso

José Antonio (nombre ficticio) es un veterano profesor de Lengua Castellana en un instituto público. Hace ocho años le adjudicaron una tutoría de 1º de la ESO, con niños que acaban de terminar el ciclo educación primaria. A mediados del curso, un grupo de alumnos y alumnas le comunicó que otro compañero, un chico inmigrante que además se declaraba abiertamente seguidor de la religión evangélica, estaba siendo acosado por una chica y un chico, ambos repetidores de la misma clase. El docente habló con el alumno en cuestión, pero este se mostro esquivo y reservado y no quiso dar mayor información al respecto. 

El tutor no quiso dejar las cosas así. Sabedor de que los presuntos acosadores lo negarían todo, recabó más información entre el resto del alumnado, quienes reconocieron y describieron los hechos: manotazos, insultos, comentarios humillantes y de mal gusto en persona y a través de las redes sociales eran parte del calvario diario que sufría el estudiante en cuestión.

Asimismo, la madre del chico fue advertida por el profesor y esta pudo corroborar, tras hablar con su hijo, que todos los hechos eran ciertos. Enseguida el profesor tutor reportó el caso a la Jefatura de Estudios, desde donde lo instaron a actuar con celeridad, entrevistándose con los tutores legales de los acosadores y, de ser necesario, activar el protocolo anti acoso diseñado por las autoridades educativas.

Tras citar a los padres y madres de los alumnos acosadores, y en presencia de estos, el tutor expuso la situación y los conminó a terminar con el acoso, advirtiendo de que si no cesaban en su actitud y acciones contra el compañero, se daría inicio al protocolo establecido en esta situación, llegando incluso a llevar el caso ante la Fiscalía de menores y también ante Asuntos sociales. Además, los dos alumnos debían empezar a trabajar con el Departamento de Orientación del centro escolar para determinar el porqué de dicho comportamiento y solucionarlo de una vez por todas. La situación se resolvió en dos días y no fue a más.

El tiempo transcurrió y el alumno acosado se graduó de bachiller con un excelente promedio que le permitió ingresar en la carrera universitaria deseada. Los acosadores abandonaron la escolarización al poco tiempo de cumplir los 16 años y engrosaron las estadísticas de fracaso escolar.

Con el compromiso y la acción de toda la comunidad educativa es posible romper con la “omérta” o ley del silencio de acoso escolar, con lo cual se podrá evitar que se repitan casos tan injustos y dolorosos como el del joven Jokin.

Luis Gabriel David

Profesor y periodista

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