Inicio Opinión

Cómo ser mujer y no morir en el intento

“Cada vez que una mujer se levanta por sí misma, se levanta por todas las mujeres”

He querido comenzar mi reflexión marciana de hoy con esta frase de la escritora y activista americana Maya Angelou, una mujer imprescindible en la lucha feminista. Nos encontramos aún en fase de resaca del 25 de noviembre, efemérides que pretende reivindicar la erradicación de las violencias machistas. A día de hoy, 41 mujeres han sido asesinadas en España en 2025 y 1.336 desde el 2003, año en que comienza el cómputo oficial. Cada vez que tiene lugar un asesinato, nos volcamos en minutos de silencio y gestos simbólicos, que están muy bien, pero que son rápidamente engullidos por el olvido. La violencia de género es sumamente compleja y poliédrica en cuanto a las circunstancias concurrentes en cada caso concreto, pero conlleva una serie de características comunes que no se pueden obviar. Cuando una mujer, por el hecho de serlo, es asesinada por un hombre con el que mantiene o ha tenido un vínculo afectivo ello implica el establecimiento de una relación desigual de poder. El patriarcado activa su implacable maquinaria y,cual Atila, no deja títere con cabeza en el universo femenino. En nuestro país se han producido avances normativos espectaculares, como  la Ley Orgánica 1/2004 de 28 de diciembre de Medidas de Protección Integral contra la Violencia de Género o la Ley 13/2007, de 26 de noviembre, de medidas de prevención y protección integral contra la violencia de género y se está tramitando un proyecto de ley que aborda la  espeluznante cuestión de la violencia vicaria. Esta modalidad ultra cruel de violencia es la máxima expresión de la monstruosidad que se enconde detrás de la misoginia extrema: provocar dolor a las madres asesinando a los hijos, comunes en la mayoría de los casos.

Se han desplegado una serie de recursos judiciales, sociales y en el ámbito de las fuerzas y cuerpos de seguridad, pero se tornan absolutamente insuficientes.  Es fundamental que exista no sólo una exquisita formación en materia de género en todos los estamentos implicados sino también, y mucho más importante, un verdadero compromiso en la superación de esta realidad. Existen todavía demasiadas sospechas sobre la mujer que denuncia una situación de maltrato. Ayer conocimos la noticia de que un Juez de Violencia contra la mujer de Vigo argumentó que una médica de familia no puede ser víctima de violencia de género, sin tener en cuenta su relato ni permitir que el hijo pudiera ser oído. Y estamos hablando de un órgano especializado… Los tentáculos del machismo son alargados y se cuelan por todas las grietas del sistema. Se torna muy difícil la prueba en el caso de violencia psicológica, sutil por naturaleza y de difícil detección en muchos casos. Las denunciantes sufren una revictimización constante, ya que tienen que declarar en tres ocasiones y no siempre en las mejores condiciones ni asistidas convenientemente. Si nos centramos en entornos rurales, las dificultades se agudizan. En la mayoría de las ocasiones, el maltrato es silenciado, consentido o minimizado ya que la primera barrera que hay que salvar es el juicio de la opinión pública.

Las violencias hacia las mujeres se presentan disfrazadas de múltiples maquinaciones: trata, prostitución, acoso sexual, situaciones que esclavizan o cosifican totalmente a nuestras congéneres. El asesinato machista es la forma más evidente y grave, pero la maraña urdida en torno a la explotación femenina alcanza unas dimensiones desconocidas.

No podemos tolerar de nuestros representantes políticos discursos tibios y mucho menos la negación de la violencia de género. Es un retroceso muy peligroso, sobre todo cuando es defendido por voces femeninas.

“Nos queremos vivas”

Porque hoy sigue siendo martes te deseo mucho ánimo y mucha fuerza en estos tiempos convulsos.

A los que nos quieren libres.

Encarnación Páez Alba

Alma Errante

Ir ARRIBA