Ventana americana
En el tramo final de este invierno austral, que por culpa de cambio climático también ha sido más cálido de lo normal, Chile y el mundo entero recordaron el pasado día 11 de septiembre el golpe de estado que se produjo hace ya medio siglo contra el gobierno democráticamente elegido del presidente Salvador Allende, y que fue orquestado por un grupo de altos mandos militares entre quienes se encontraba el no menos célebre Augusto Pinochet, quien posteriormente sería el “hombre fuerte” de una dictadura de dieciséis años y medio de duración en esta nación del americano Cono Sur.
Allende, quien llegó al poder por la vía de las urnas encabezando una variopinta coalición de izquierdas integrada por socialistas, comunistas, anarquistas e incluso la “Izquierda Cristiana” y que ganó por escaso margen las elecciones de 1970, se convirtió en un “martir político” tras su muerte durante el asalto al Palacio de La Moneda, sede del ejecutivo chileno, luego de internar poner en marcha sin éxito la llamada “Vía chilena del socialismo”.
Zanjada ha quedado ya la polémica sobre su fallecimiento, después de que durante mucho tiempo se difundiese la versión de haber sido asesinado al recibir una ráfaga de ametralladora disparada por uno de los uniformados que tomaron por la fuerza el palacio presidencial. Y tal como lo afirmaron testigos presenciales que lo acompañaron en sus últimos momentos y lo corroboró posteriormente una investigación forense oficial, Allende se suicidó con su propia arma antes de rendirse ante los conjurados, cuestión que ya había dejado entrever durante su última alocución radiofónica mientras se encontraba sitiado en la Casa de Gobierno.
El rechazo de la oligarquía chilena a la nacionalización de las industrias, como la de la minería del cobre (de importancia estratégica mundial) y la presión ejercida por el Gobierno de los Estados Unidos, que en cabeza de su entonces presidente Richard Nixon no quería “otra Cuba” en el continente americano en plena Guerra Fría contra la Unión Soviética, hicieron fracasar el proyecto político y económico de este médico cirujano, sibarita y donjuán, que desde muy joven se comprometió con la creación de una sociedad más justa y equitativa para todos los chilenos y chilenas.
Tras la muerte de Allende y la ilegalización de su coalición Unidad Popular, el general del Ejército Augusto Pinochet (sumado tardíamente a la insurrección) encabezó una junta militar que gobernó férreamente desde Santiago de Chile y desató una guerra sucia de casi 17 años durante la cual se calcula que unas 40 mil personas fueron asesinadas, desaparecidas o empujadas al exilio en uno de los episodios históricos más aberrantes y flagrantes de violación de los principios de la Declaración Universal de los Derechos Humanos.
La historia no se repite
El general Pinochet, en quien el dramaturgo malagueño Pablo Díaz Morilla se inspiró para escribir su obra “La mitad del mundo” (Premio de la Asociación de Autoras y Autores de Teatro), aplicó durante su mandato la teoría económica liberal de la llamada Escuela de Chicago, lo que impulsó el crecimiento económico de Chile hasta principios del siglo XXI, por lo cual llegó a dársele a este país la denominación de “la Suiza de Sudamérica”.
Sin embargo, la crisis económica y social surgida en el territorio chileno a finales del año 2019, cuyo detonante fue el aumento de los servicios públicos ordenado por el presidente Sebastián Piñera, desencadenó una movilización ciudadana nunca ates vista desde los tiempos de la Dictadura, y tuvo como principal consecuencia el triunfo en 2021 de otra coalición de izquierdas: el Frente Amplio (FA) encabezada por el líder estudiantil Gabriel Boric.
Boric, perteneciente a una familia de colonos de la región de Magallanes, es a sus 37 años el mandatario más joven del mundo. Muchos han querido ver en él a una especie de reencarnación de Allende y se han desilusionado tras dos años de gobierno al no cumplirse las expectativas que se habían creado. Al igual que el malogrado médico de Valparaíso, Boric está comprometido en la consolidación de un país sin desigualdades sociales, y también ha tenido que hilar muy fino para mantener la cohesión dentro de una coalición de gobierno ideológicamente muy diversa.
Pero el actual presidente chileno es un hombre pragmático que sabe que las huidas hacia adelante y los brindis al sol no conducen a ninguna parte. Incluso se ha mostrado distante y crítico con otros gobernantes de izquierda de la región considerados “verdaderos mesías” por parte de sus conciudadanos: como el venezolano Nicolás Maduro, el colombiano Gustavo Petro y el nicaragüense Daniel Ortega.
Pero mientras Gabriel Boric y su equipo de gobierno tratan de recomponer el país después de la gran crisis de finales de 2019 y principios de 2020, al otro lado de la extensa frontera que comparten con Argentina, un excéntrico, ruidoso y políticamente independiente economista llamado Javier Milei amenaza con convertirse en el próximo presidente de los argentinos extenuados por la híper inflación y el empobrecimiento familiar, ofreciendo recetas de economía-ficción en las cuales creen a pies juntillas sus desesperados creyentes.
Amanecerá y veremos.