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Pacientes o clientes

“Este país no será un buen lugar para vivir para ninguno de nosotros a menos que lo convirtamos en un buen lugar para vivir para todos”.

He querido comenzar mi reflexión marciana de hoy con esta frase de Theodore Roosevelt pues muestra claramente un ideal humanista y de justicia social, integrador y universalista. Y es que,  desde la res publica debe garantizarse un nivel de confort  lo suficientemente amplio como para que todos los ciudadanos puedan vivir dignamente, lo que ha dado en llamarse el estado del bienestar. Durante la segunda mitad del siglo XX y los inicios del XXI se ha convertido en un objetivo incuestionable y se ha producido un notable avance en su instauración, en Europa particularmente. Se ha perseguido el objetivo del establecimiento de una educación y sanidad públicas y universales, se han creado notables mecanismos de protección social (pensiones de jubilación, de incapacidad, rentas básicas o ingresos mínimos vitales…), se han implantado prestaciones y servicios de apoyo a las familias y a la dependencia… Pues bien, en los últimos tiempos, con la llegada de la ola ultraderechista que avanza como un tsunami en medio mundo, asolando cualquier vestigio de humanidad, no solo se amenazan los derechos y las libertades públicas, sino que se encuentra en peligro toda la arquitectura de protección social. 

Si aterrizamos en España, vemos cómo en las comunidades autónomas gobernadas por el PP bajo la alargada sombra de Vox, se trabaja a marchas forzadas para desmantelar la sanidad y la educación públicas. El mecanismo utilizado es la privatización. Nos arrojan a los brazos de clínicas privadas y nos convencen para la cuasi obligatoriedad de la suscripción seguros de salud. Se está produciendo una sustitución de los pacientes por clientes. Y se acelera el deterioro paulatino de lo público  para que aparezca como ineficaz e inservible. El último gran escándalo evidenciador de ello, ha sido en Andalucía, con la falta de diagnóstico de más de 2.000 mujeres, tras los cribados con mamografías. Yo misma me pregunto si puedo ser una de ellas, ya que pertenezco a la horquilla de edad a la que se dirige el programa de detección precoz del cáncer de mama. Los colmillos afilados de la ambición no dejan títere con cabeza. Y las almas negras de la depravación política se han convertido en los pozos sin fondo del dolor, la incertidumbre y la vulnerabilidad ajenos.

Y con la educación ocurre otro tanto. Cada vez se implantan más centros escolares privados y concertados. Se deja de invertir en edificios públicos y se le salva la cartera a los centros religiosos, estableciendo una confesionalidad encubierta. Y en la educación superior, tras la implantación del Plan Bolonia, se hace el agosto (el que empieza en septiembre u octubre) con una gran variedad de másteres que saquean los bolsillos de las familias menos pudientes. Y sin máster no hay curriculum. Si a ello le sumamos la gran proliferación de universidades privadas, sin duda alguna se va a producir una despiada selección economicista del conocimiento y la investigación académicos.

Si avalamos con nuestro voto o desidia la tendencia a una sanidad y educación elitistas, estamos perdidos, puede que incluso muertos.

“Las palabras deberían ser un poco salvajes, porque son el asalto de los pensamientos sobre los que no piensan”

Jhon Maynard Keynes.

Porque hoy sigue siendo martes, te deseo mucho ánimo y mucha fuerza en estos tiempos tan inhóspitos.

A los que sostienen utopías.

 

Encarnación Páez

Alma errante

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