La frase en latín “Faber est suae quisque fortunae” se traduce como “Cada uno es artífice de su propia fortuna”. Es atribuida a Apio Claudio el Ciego, un político y escritor romano del siglo IV a.C., y encierra una de las ideas más poderosas de la filosofía clásica: la capacidad del ser humano para construir su destino a través de sus acciones.
Más allá de su contexto histórico, esta frase conserva plena vigencia en la actualidad. Nos recuerda que, aunque las circunstancias externas influyen, son nuestras decisiones, disciplina y perseverancia las que marcan la diferencia en el rumbo de la vida. En lugar de depender únicamente de la suerte o del entorno, este pensamiento nos empuja a asumir responsabilidad sobre nuestras elecciones.
La frase también conecta con la filosofía estoica, que resalta el auto control y la aceptación de lo inevitable, pero nunca como una excusa para la pasividad. Epicteto o Marco Aurelio habrían coincidido en que, aunque no controlamos todo lo que sucede, sí podemos decidir cómo reaccionamos y qué acciones tomamos. De este modo, la “fortuna” no es solo un azar externo, sino el fruto del trabajo constante, la preparación y la claridad en los objetivos.
Aplicada al presente, esta frase puede inspirar tanto a un estudiante que enfrenta exámenes como a un emprendedor que levanta un negocio desde cero. También sirve para quienes buscan mejorar su vida personal: cultivar hábitos saludables, mantener relaciones auténticas o adquirir nuevas habilidades. Todo esto se conecta con la idea de ser artífices de nuestra propia suerte.
En el fondo, esta frase se opone a la resignación. No niega la existencia de obstáculos o injusticias, pero invita a reconocer que siempre hay margen de acción. A veces, la clave no es lo que nos pasa, sino cómo lo utilizamos como impulso. La vida, vista desde esta perspectiva, se convierte en una obra que cada uno va moldeando..
Esta idea de lo que el ciudadano puede hacer con su vida es aplicable a la comunidad a la que pertenece. No podemos dejar que otros sean quienes dirigen nuestras vidas y permanecer resignados a que sus acciones tengan como única finalidad sus propios intereses y no los de la comunidad.
No podemos dejar que la estigmatización y la ira ensucie nuestra sociedad en beneficio de unos pocos. Para muestra el botón de la vuelta ciclista. Cuantas muertes hay al día producidas por las guerras. Se ha protestado con tanta insidia contra la guerra de Ucrania o contra la persecución de los cristianos en algunos países de África. Se ha protestado en algún momento contra la inexistencia de derechos humanos en países islámicos. Por que siempre los que dicen ser de izquierda progresista defienden todos aquello que después pisotean. Existe, acaso democracia en países de régimen comunista un vez que llegan al poder? Fíjense, recuerdan el grito de OTAN no, Bases fuera, NO A LA Guerra. Pues bien fíjense ustedes quienes hoy están poniendo en jaque las democracias europeas: esa izquierda pacifista que prefiere entregar a nuestro país a otros, en nuestro caso no sabemos si a Rusia, China o Venezuela.
Los miembros de esa que se llama izquierda progresista siempre están contra los demócratas.
Dejemos de una vez por todas que sean ellos los que piensen por nosotros. Hagamos realidad en nuestro país la famosa frase que en el discurso de investidura pronuncio John F. Kennedy el 20 de enero de 1961: "No preguntes qué puede hacer tu país por ti, pregunta qué puedes hacer tú por tu país".