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Mi dilecto Octav Calleya

Acababa de celebrar M´bappe con su cara entusiasmada de tortuga Ninja, el triunfo a su costa en Anoeta del Real Madrid; cuando por el arte de magia de nuestra cita apareció Octavio con su lote de carpetitas plastificadas y la sonrisa de pódium. Quería que repasáramos su obra sobre el primer transcurrir de su Orquesta Joven de la Ciudad de Málaga, nacida en nuestro Conservatorio bajo su dirección y compuesta por un alumnado febril y vocacional. La revisión de sus carpetas a las que poco acentos le faltaban, contaba con la gran tilde de su excelencia, por lo que fuera una de las mejores obras bien hecha en la Ciudad del Paraíso.

Nos saltaron lágrimas al leer las cartas de sus caricantanos músicos, hoy en su gran mayoría, interpretes en orquestas profesionales, cátedros de conservatorios y directores en ejercicio; por aquella Orquesta que anido gracias al Maestro, pionera de todas las orquestas jóvenes y de aulas en el sur de España; el afecto de sus pupilos ampliaba el espíritu, así como la valía vital que tuvo esa generosa experiencia en su aprendizaje musical. Gozo la amistad de Octavio, departo con él jornadas interminables; pero, aunque mi labor de edil de Cultura, se manifestó en apoyo indiscutible de la Joven Orquesta, quizá aquellas mis febriles jornadas, no me permitieron gozarla en toda su extensión. Lo que sí me gustaría resaltar es que mi alcalde Pedro Aparicio, dispuso a todas nuestras tropas, para que a viento y marea respaldáramos su trayectoria local e internacional. El maestro Calleya le conocí dirigiendo la antigua Orquesta de Málaga; participamos los dos en la ingente tarea de dar nacimiento a la actual Orquesta Filarmónica de Málaga, que bajo su batuta adquirió el relieve por los críticos nacionales de ser la mejor orquesta de España.

Tras nuestra profunda charla con los folios finales, sobre su próximo libro a los más de 40 años de la Orquesta Joven de la ciudad y su Conservatorio; me surgió en el pensamiento la deuda que la Cultura malacitana tiene a su ingente labor en pro de nuestro desarrollo musical en su más de media vida de presencia en la ciudad. La Málaga hospitalaria llegará tarde en sus reconocimientos, al igual que su Ayuntamiento no sabe que su mejor hijo adoptivo, lo tiene viviendo en su casa Miorita en el Puerto de la Torre, a pesar de que el adoptó a la primera generación de infantes de las que presumimos sus notas en los atriles y aulas.

 

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