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LA DUEÑA IA

Me produce risas cuando me saludan parroquianos y amigos interesados por mis dolamas, porque ya respondo por el estado de los implantes, más que por las sensaciones de mi cuerpo ajado. Estoy convencido de pasar el casting de Robocoop, pero no quitarle plaza a Boris Karloff y sus continuadores en la interpretación de los parches de Frankenstein. Imagino que ponerse en la cola para ser actor, ni es cuestión de suerte, sino como dice De Niro, que un amigo te suba al Taxi Driver y no te bajes ni  para ayudar a la abuelita. Limitado el estrellato, hay una nueva fórmula de estrellarse para los que buscan empleo, que hasta los mejores especialistas en menciones curriculares sucumben; se trata pues de delegar en la IA (de fruta) el puesto de alistador de esclavos o libertos. Los expertos de personal, venidos a palabreros de relaciones humanas, han perdido el puesto ante una ecuación o unos algoritmos maquinales, cosas de la patrona la Inteligencia Artificial; en los que confluyen los requerimientos en las aptitudes de los candidatos, las singularidades del trabajo y unos etcéteras, ajenos a la tradición de los buenos oficios. Expertos en colarse en nómina con cháchara y bien vestidos, han dado paso a curritos en pijama legañosos de guardia con el ratón del ordenata. Con la inteligencia natural de andar por almuerzos de comuniones-bodorrios, arrinconada las europeas, los desastres de la sanidad pública o lo frio que está el filete; los comensales fiados de nuestras razones, metemos cuchara y tenedor en la elucubración sobre los efectos de la IA, más bien sus defectos porque hasta el más lerdo quiere cortarle el rollo que se ha montado en torno a ella.  Como tengo mi cuerpo cargado de adminículos, guardo un discreto silencio antes que  me descargue un calambrazo el desfibrilador por tratarlo de idiota IA. Un asistente irritado nos dio la lista de empleos que se perderían en la Nube, pero me llamó la atención el de copiloto, algo como quitarle el de la vista larga a la pareja de la Guardia Civil  o las riendas al cochero ¡sooo, caballos de ajedrez!

Curro Flores

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