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La fábrica de días locos

Rezaba en mi misal amarillo para aprender inglés que mi taylor es rich y no Swift, imagino que por el  Collins dictionary,  Crazy Day Factory,  se puede interpretar como una fábrica que da vacaciones los lunes, siendo generosos y no un inmenso mostrador a cinco euros rebusca, para encontrar una ganga entre las devoluciones de Amazon y el sobrino de Fumanchú. En las artes de calificar millonarios,  he visto gañanes con inmensas fortuna al que sus chupópteros en el compadreo, te sancionaban al oído: -“es que toda la vida ha sabido comprar muy bien”; les faltaba decir también, -ha vendido con más usura que el libretón de un ditero.

Desde el Black Friday, sin observar la Cuaresma y la Happy Hour para cargar la cubeta de alcohol, hace falta ser más roña que las tropas de William Wallace (Braveheart); en brexitlandia siempre la apedillaron con corazón (heart) a los más broncosos, aunque fueran de león y poco espléndidos.

A las rebajas de -toda la vida-, de esperar que pasen las fiestas y la temporada, la tómbola de ferias y hasta las tiendas benéficas de segunda mano, le ha salido un pariente a la bulla de los acumuladores de consumo á gogó, la Crazy Day Factory, que hará millonario a algún mendrugo de compra venta de gangas y retaches; gentes de bajos vuelos (cheap flights).

Mientras me cultivo de inglés barato en el South of Europe, esperando que se trompen los guiris con cerveza Victoria; vivo la despedida de Toni Kross, como otra CRAZY NIGHT a la que nos tiene acostumbrados el Real Madrid; portero y escoltas no dieron abastos para impedir que no se les colara una avalancha teutona con la hucha del Dormund; pero como las segundas partes nunca fueron buenas, con el crazy Ancelloti salen de circo para hacer piruetas en la Fuente de su Diosa Madre madrileña.

 

Curro Flores

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