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Se nos va la olla

La UE llevada por su afán de no ser una partida de pánfilos, a pesar de mi europeísmo, le ha dado cobijo y asiento a varios científicos de la chorla, para que averigüen de qué va esto de la conciencia, desde la perspectiva del conocimiento de las “neuras” desde sus diferentes países, para sacar conclusiones europeas unificantes en el ranking del avance de la inteligencia natural.

Tras años de coquitos conectados, se han publicado parte de sus conclusiones en prestigiosas revistas científicas, situándose entre las más llamativas la capacidad que tenemos de hackearnos, para cambiar nuestro rol fatídico de malo de la película, al corderito sojuzgado de “Las Naranjas Mecánicas”. La cosa ya no va de meterse en el confesionario y de terminar de rodillas aligerando penitencias; está en darse un tirón de orejas y poner tu conciencia chachi, como cuando se te atranca el móvil y en vez de mandarlo a la basura, le das al botón de volver a funcionar sin errores.

Unificar nuestras conciencias, más o menos, pretensión de estas investigaciones de los neurocientíficos, me deja a los autores del catecismo y a los teóricos de nuestras diferencias políticas, como para tener en este “finde” electoral, un día de reflexión y fiesta de guardar de acampada en las antípodas. Con edad cardenalicia lo bueno y lo malo, tiene más de vicios y virtudes para el Alzheimer que la fumata de purpurados, por eso el libre albedrío debe tocar la fanfarria del último movimiento.

Del pasar con bonhomía obligatoria, me queda el resabio de que a mi natural le falta AI, para jugar al Caballo de  Troya en todas las partidas de ajedrez de las que fui jaque; como para con los años volverte un poverello de Asís hackeado, con una paguilla jubilada. Siempre nos quedarán el Euromillón para soñar con los ojos de la ONCE.

 

Curro Flores

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