Al empezar la centuria número veintiuno creímos que había llegado el “siglo de las certezas”: que la democracia era el sistema político perfecto y que las últimas dictaduras del mundo caerían por su propio peso, que Europa sería un espacio geográfico libre de conflictos bélicos después de la horrorosa experiencia de la Segunda Guerra Mundial, que la comunidad internacional había tomado conciencia sobre la necesidad de salvaguardar los recursos naturales para las generaciones futuras, que todos los ciudadanos del planeta podían llegar a tener sus necesidades básicas satisfechas y sus derechos fundamentales protegidos, y que el progreso científico y técnico auguraba una nueva era de bienestar y prosperidad para toda la humanidad.
Hoy, veinticinco años después, cuando ya ha transcurrido un cuarto de siglo, todas estas certezas se tambalean. Tal es así, que han florecido autocracias en las naciones que eran consideradas garantes de la democracia y las libertades civiles; Europa se encuentra amenazada por un neo-zar ruso ante la actitud displicente de su antiguo socio de la Alianza atlántica; una ola de negacionismo del aumento apocalíptico del cambio climático se afianza con fuerza a pesar de las evidencias científicas; y las desigualdades sociales y la escalada de la pobreza se acrecientan no solo en los llamados países del Sur, sino también en los estados de bienestar donde el riesgo de exclusión social se ha disparado entre la población.
Asimismo, se evidencia un retroceso en materia de igualdad de género, de forma más preocupante entre la gente joven de ambos sexos; mientras que el desarrollo vertiginoso de las tecnologías de la información y la comunicación ha contribuido a la expansión de bulos y falsedades de todo tipo, hasta el punto de que el incomprensible movimiento antivacunas ha provocado el resurgir de enfermedades que ya prácticamente se encontraban desaparecidas, como la poliomielitis o la meningitis.
El famoso tango “Cambalache”, creado por Julio Sosa, calificaba al siglo XX de “problemático y febril”, pero este siglo XXI lo es aún más. Y en este verano, que en el hemisferio norte marca el inicio de un nuevo año, nos preguntamos qué futuro nos deparará estos tiempos de contradicciones, negaciones, falsedades e insolidaridad.
Pero como afirmaba el novelista inglés Charles Dickens: “los peores tiempos son los mejores tiempos”, dando a entender que de las crisis de todo tipo surgen cosas buenas… Esperemos, que por el bien de todos y todas, que la coherencia, la inteligencia, el sentido común y el humanismo prevalezcan a pesar de todo lo que acontece actualmente.