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TOMATINA ROYAL

Surgida de la EX mata, una persona que había ganado todo mi olvido de afín al noticiero; se encarama por entre las cañas sin entutorar su delicadeza, para provocar la napoleónica del tomate. Madame Ségoléne Royal con acento a la francesa, se ha permitido el lujo de criticar el gusto de nuestros tomates y, a más disgusto, las malas artes de nuestro agricultores de los ombligos rojos. Desde Pedro Sánchez, hasta el ministro Planas, más la coral de los Huevos de Toro, digna de las fiestas de Carnaval, han respondido a la francesa guillotinando cualquier atisbo de su realeza. La verdad es que si el asunto fuera para guasa, sin desayuno de pan con tomate en el de Agricultura, la Royal, se  hubiera ganado la realeza de la Tomatina de Buñol, y el derecho a ser diana de todo lo espachurrable de nuestra producción que, desde los exquisitos aéreos Raf, de las fuerzas aéreas de las playas almerienses, pueden alzar el vuelo haciendo excelentes picadillos veraniegos, gazpachos y salmorejos, para suscitar la envidia de Paul Bocuse. La Ségo que llevó al fracaso a los de mi cuerda en Francia, sin dar continuidad a la obra de su ex Hollande, renace de sus cenizas para  hacer de cenizo; lo que  malgasta en el debe de la nombradía socialista, de la que tan orgullosos estábamos con Miterrand, en nuestra incandescencia juvenil, pelucas a la mar. El Tratado del Carbón y del Acero, nacimiento de la UE, siempre llevo la carga de las fronteras presupuestarias agrícolas, con el rigor de su obsolescencia, ahora los representantes, o no, de los 44 millones de europeos dependientes del campo, anda por Bruselas liando la tractorada. Vista la tomatina Royal, la batalla de los terruñícolas en Bruselas, a los sociatas europeístas del sur, como a Bogart, -nada más nos quedará París-, con su alcaldesa Ana Hidalgo a la cabeza.

Curro Flores

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