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DE CHIRINGUITO

Mi amigo Manolo Villafaina, presidente de los chiringuiteros de nuestra Costa y hasta las de Al-Ándalus; que debió aparecer ya en el Nuevo Testamento, colocando un chozao en el lago Tiberiades, para asar los peces, practicando la prueba del nueve, después de su multiplicación divina. Debió de estar de cabreo para arriba, con las mantas de agua y arenas del desierto que el chamancillo de Andalucía, sito en Palacio-Junta, les había traído del Santo Padre para embarrar los desfiles procesionales. Las que salieron ayer, mira por dónde, la de los Dolores de San Juan dijo, -¡sagrado! para refugiarse en la Catedral, histórico resguardo de los que prosiguieron en la Desbandá hacia Almería, y de los trabajadores de la textil Intelhorce, en sus aquellos días de lucha. La semana ha sido un calvario entre aemetes y mirando a Pepito Grillo en la caja de cerillas, por si se abre el paraguas o el cielo; los arropados en nuestra partida del dominó, sacan a pasear sus dolamas a bastón mojado. Pero el empresario de las instalaciones demaniales de playa, a hamacas amontonadas en su horizonte, le ha sonreído un acontecimiento de colorín colorado. Erase esta vez el Jueves Santo, una Reina apareció con su hermana, pajes y demás cohorte, cerquita de las arenas donde Torrijos fue fusilado, para degustar las delicias de los espetos de sardinas del chiringuito Rocamar ¡Eureka!. Ya no tiene remedio la oración del huerto para los tractoristas, porque han visto mermada la cosecha de aceitunas por la sequía, veremos las plegarías de esta temporada; pero la atención devota te la robarán los teutones que tienen su locomotora, gripada o a bajo rendimiento, pudiendo dejar los vagones galos y bachiches descarriados Los caminos del Señor son inescrutables, mi querido Manolo, pronto empezarán les calores y a despachar cerveza Victoria, malagueña y exquisita, de vuelta a los ruedos en los campos de primera división.

Curro Flores

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