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LA BABEL DE LA DELINCUENCIA

Si el Yavheh de nuestros días hubiere mandado a dos angelotes a entrevistarse con el Lot de la Costa del Sol, aunque fuera en la España creyente, se hubieran producidos dimisiones celestiales en el casting de la guarda. Cada día los medios de comunicación, ordenan las noticias al albur de las detenciones y delitos de organizaciones delictivas de todas las partes del orbe, desde la China a Oceanía, montando en camello o  en vespinos para desajustar las cuentas. A veces pienso que de querer sacar partido a tanta inmundicia, amén de afición a la escribanía como tengo, debiera tener la educación policial de mi amigo y significativo lector de Dostoievski, José Gutiérrez Valenzuela, excomisario jefe hasta del Malaya; me imagino después leyendo una reseña tenebrosa de guiris avenidos a la guarida del costasoleo, echándole un poquito de mi imaginación y monserga, para constituirme en la envidia de la pléyade de escritores de novelas de “polis y fechos”, detesto llamar por el denominador  racista imperante de “novela negra”; la Christie, Chandler, Donna Leon, Camillieri y el mismísimo Conan Doyle compungidos. Para verle la cara a los malos, por más maquille y cirugía, no hace falta ojo clínico, ni de pesquis policial para retratarlas; pero ante tantas lenguas, ser agente de la ley en babelcosta, es un oficio en el que si las escuchas necesitan más traductores simultáneos que la ONU, hay que aprender a dar el alto por señas para evitar que no te entiendan. Lo siento que para la escritura no me cunden tan incontables ejemplos de tiroteos con balas en todos los idiomas, porque sigo esposado a la indolencia. Como  el mundo de emular maldades cunde en todos los rincones, ayer consumió los sucesos, porque volvió a salir el Sol por Antequera, donde unas familias se cosieron en una balacera para llenar de heridos su Hospital Comarcal, en la avenida de su Poeta Muñoz Rojas. ¿Cura, nicho o cremación?

Curro Flores

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