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FORENSES CON ABANICOS

La Ciudad de la Justicia de Málaga hace honor a tener su sede en la capital de la Costa del Sol, no solo por la calores que pasan los procesados sin tumbonas, también se pueden derretir los forenses en la sala de practicar la fría medicina legal. La Inspección de Trabajo tendrá que atender la denuncia de prevención sindical, por las condiciones de trabajo que padecen los médicos y auxiliares en la sala de autopsia, tan tórridas como cavando olivo o en un andamio de una torre de De la Torre en faena veraniega. La Jefatura de Personal, en su antiguo papel de aperaor del cortijo judicial, ajeno a la grata literatura de su novedosa conversión en experto en relaciones humanas; ha lanzado sus ucases de recomendaciones, mientras persista la caldera los facultativos “deben reducir los movimientos en el trabajo y reducir la velocidad de los mismos”, nada de bailar con la más fea; “de forma periódica ponerse en lugares sombreados”, falta obligarlos a ponerse un pañuelo anudado, para evitar que los chorreones de sudor sobre el cadáver eliminen las pruebas. Encima la afluencia masiva de turistas en espera de la vuelta, tienen las neveras cuasi colapsadas de muertos. Durante estos años he conocido un crecimiento inaudito de vocaciones a forenses, antes querían ser los niños polis o bomberos; por lo que de persistir nuestra hoguera judicial, las nubes de estudiantes deberán aprender a mover el abanico con más soltura que mis parientas en un velatorio. La nueva afición de rebuscar el crimen  con el occiso en la camilla, creo que responde al seguimiento de las series televisivas, yo me anclé en El Mentalista y Yo, Claudio; pero creo que el Dr. Donald Mallard del NCIS, ha hecho con otros, bastante por el fomento de los expertos en criminalística. Al ver al actor David MCallum encarnar al doctor de la Navy, recuerdo cuando era la joven pareja de Napoleón Solo en la serie del Agente CIPOL, encarnando a Illya Kuryakin, a quién en mis años escolares le llamábamos el Kukarachi.

Curro Flores

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