No sé si de tantos papeles impracticables que uno va dejando por vida, el que con más certeza no llegue a concluir en el último suspiro, es acabar de visualizar los nuevos rollos de Ethan Hunt en Mission Imposible que lleva interpretado Tom Hunt 29 años; es quijotesco entrar en las aventuras irreales de los héroes del celuloide, pero están hechas a medida para que uno en cotidiano, quiera ver un molino de viento donde solo hay unas hélices gigantescas de Florentino Pérez, para chuparse el viento a costa de nuestra factura de la luz. Desde los James Bonds, Poirots y hasta el desmemoriado Bourne, uno se acostumbra a ver la comitiva de los -EXs-, hasta cuando aparecen como una rosa macilenta interpretando a un monje del Medievo.

No sé lo que da a míster Thomas la Cientología, pero si uno pone toda su fe, hasta puede lograr ahorrarle los figurantes arriesgados a los Estudios, para que los declame a títere limpio la gran estrella del plató Cruise. Amén de tramas ridiculillas, la saga Impossible nos permite recalar a los iletrados tecnológicos, en los últimos cachivaches y novedades de la Nube, que se han producido en sus 30 años; así en la séptima entrega se trataba de encontrar las dos piezas de una llave, que habrían en -ábrete Sésamo- el dominio mundial de la Entidad IA, vete a saber, me quedé por larga y pesada en el –matarile rile ron chimpón del -Dónde están la llaves, y a otra cosa mariposa, porque viene el sabadete y estoy deseando ver la despedida a Elon Musk de la White House en su serial destructivo; demasiada Tesla que cortar tenía el gachón, que quería dejar el Estado (unido) reducido al grupillo de la (IMF) de Hunt, para mandarle el recado de quedan ustedes despedidos sin indemnización; del mismo modo que echan en silencio a Raúl Madrid de su Casa Blanca.