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El cristiano y la ciencia

Es probable que uno de los temas que más inquieten a un cristiano como yo es hablar de la ciencia y las dudas a las que nos enfrentamos. ¿Llevaran razón los científicos que contradicen a la teoría de Dios? Los científicos suelen ser ateos, los que no creen en la existencia de Dios o la niegan, agnósticos, los que consideran inaccesible al entendimiento humano todo lo concerniente al conocimiento de lo divino o que trasciende de la experiencia, escépticos, los que no creen en nada, o simplemente no creyentes.
De todas formas los científicos y los creyentes tienen algo en común. Ambos exploran lo desconocido. E igualmente, la forma de disfrutar sus descubrimientos es precisamente lo que los diferencia. Dicen los científicos que sus conocimientos se fundamentan en pruebas, y que eso hacen que se puedan compartir con el resto de la humanidad, mientras que la experiencia espiritual es única para el individuo, sin que pueda ser compartida de manera fehaciente con el resto. Solo mediante la transmisión verbal y la denominada fe espiritual.
De todas formas yo me preguntaría que es más fácil para un ciudadano de a pie pensar que nuestro universo tiene la friolera de trece mil setecientos setenta millones de años, según la teoría del Big Bang, o que el universo fue creado por Dios.
Es aquí donde se puede encontrar una de las conexiones más importantes de la Ciencia y la Religión.
Dicen, hay prueba de ello, que el padre de la teoría del Big Bang es el sacerdote, físico y matemático belga, Georges Lemaître, al que el mismísimo Albert Einstein, tras escuchar en California la exposición del átomo primigenio a través del cual se produjo la creación del Universo, exclamo: "Es la explicación más bella y satisfactoria de la creación que jamás he escuchado"
Es probable que la ciencia y la religión sean elementos complementarios para la evolución del hombre, pero sea el mismo ser humano quien se encarga de distanciarlas.
La inteligencia humana debe respetar de la misma manera a la ciencia y a la religión, ambas son complementarias. En este sentido Lemaître afirma que el científico cristiano va hacia adelante libremente, con la seguridad de que su investigación no puede entrar en conflicto con su fe.

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