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VENTANA AMERICANA

UNA VORÁGINE DE CIEN AÑOS

En 1924, hace ya un siglo, se publicaba en Colombia la novela “La vorágine” del escritor José Eustasio Rivera, nacido en el departamento arrocero del Huila en el seno de una familia de once hijos. Su historia es digna de ser literariamente contada, pues gracias a la dedicación a los estudios pudo dejar atrás la pobreza de su hogar, obtener dos carreras profesionales y abrirse camino como docente, funcionario, periodista, diplomático y, por supuesto, aclamado novelista.

Sin embargo, lo que nos convoca en este espacio de opinión es su ya centenaria narración que cuenta las aventuras de los personajes de Arturo Cova y su esposa Alicia, que dejan atrás la fría altiplanicie de Bogotá para adentrarse en “la vorágine verde” que es la selva amazónica, concretamente en la zona limítrofe compartida entre Colombia, Venezuela y Brasil.

Posiblemente, “La vorágine” sea el texto más representativo de ese realismo social que aportó a las letras latinoamericanas la llamada Novela de la selva, junto con “Canaima” y “Doña Bárbara”, del venezolano Rómulo Gallegos.

En esta Odisea sin retorno de la familia Cova, se nos muestra el alejamiento progresivo de la civilización a medida que los personajes se internan en las infinitas llanuras orientales, hasta ser engullidos por la espesura, la manigua o la selva de los antiguos “territorios nacionales” hacia donde llegaban los colonos, los aventureros y los misioneros con el fin de encontrarse a sí mismos en medio de las comunidades indígenas y la fauna y la flora que a la vez daban vida y eran mortales.

La historia parte de una experiencia personal del propio autor, quien participó en una comisión gubernamental para resolver asuntos limítrofes con el vecino Gobierno de Caracas. Así pudo conocer Rivera, de primera mano, el maltrato y la esclavitud a la cual eran sometidos cruelmente los nativos y los colonos por parte de los explotadores y comerciantes del caucho, como lo fue  a tristemente célebre empresa de la Casa Arana.

El prestigio que obtuvo con esta obra, llevó a José Eustasio Rivera hasta Estados Unidos donde mantuvo negociaciones con estudios cinematográficos para adaptar su manuscrito a la pantalla grande, Pero sus exigencias de que fuese una “historia colombiana sin modificaciones”, y la muerte que le sobrevino debido al paludismo cerebral del cual se contagio mientras trabajaba en la región del Amazonas, cercenaron el proyecto de trasvasar el relato del papel al celuloide.

Cien años después, las denuncias escritas en la novela perduran en el tiempo: la expansión de los grandes latifundios agrícolas y ganaderos reducen vertiginosamente la extensión de este pulmón verde y gigantesco sumidero natural de CO; la población indígena autóctona no ha dejado de ser acorralada y diezmada; y los líderes campesinos y ecologistas son asesinados impunemente cuando salen en defensa de los recursos naturales y los derechos humanos delos habitantes amazónicos.

Una centuria después de ver la luz editorial “La vorágine sigue muy vigente” advirtiéndonos desde el pasado sobre los peligros que se ciernen sobre el gran bosque tropical húmedo sudamericano, amenazado ahora por todo furtivo en todas sus variantes habidas y por haber: la tala de árboles, el tráfico de animales, la minería, la pesca con dinamita, la minería legal e ilegal, el cultivo de coca y el tráfico de drogas.

Y como lo representaba hace unos años un anuncio gráfico de la ONG ecologista Greenpeace, es posible que en un futuro distópico, en vez de que la selva del Amazonas se trague a la gente, esta podrá terminar siendo devorada por los humanos inhumanos.

Luis Gabriel David

Profesor y periodista

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