Los de grandeza me los birlo el título de la epopeya western, pero aunque en el granero de la escribanía se busque lo original, por el apego de los examinantes al -no copiarse-, valga hasta realeza. Así que para mi mejor sorpresa, la comunidad del Paraíso, amén de boquerones, malaguitas y ladrilleros; para su fortaleza como vecinos, tiene un colectivo de firmeza, Defendamos nuestro horizonte que, junto a la Academia de San Telmo, comandada por el amigo, José Manuel Cabra de Luna, van a gastar conciencia y pelas, para presentar un recurso contra el HOTEL MAMOTRERO DEL PUERTO, léase torre o rascacielos según mercado, pero lo que si nos rasca son los opíparos a la vecindad; sobre todo después de rascarse los bolsillos para contribuir a los 30.000 euros necesarios para litigar, contra el capricho de nuestras autoridades: la del Puerto más que desautorizable y las municipales de pronóstico reservado. Si estas líneas las escribiera Pedro Aparicio, o mis compañeros del primer Ayuntamiento democrático, compararían a estos defensores de la buena causa, con doña Concha Maspons, que todos los mediodías se apostaba con su bastón en la puerta de la Casona del Parque, para defender a gritos o bastonazos a los ediles, los dos edificios que han quedado indemnes de la barbaridad de los bloques del Paseo de la Farola, ¡viva su coraje!, ejemplo casi desconocido de malagueña predilecta, rayo que ha alumbrado desde la Farola a sus tenaces defensores. Ya se ha escrito bastante, sobre el antojo de la erección del dique .En la vieja serie de Los Intocables, mientras se pegaban hachazos a los barriles, el guionista siempre incluía la recomendación de que para perseguir el crimen, lo mejor era seguir la pista del dinero; con la droga los camellos callejeando esquinas, dejan menos huellas sobre el delito que el plumín del tesorero. El Urbanismo es público, plagado de leyes, pero para despejar el horizonte de sus opacidades, la buchaca tiene mucho que explicar.
