LOS MOSQUITOS PICAN MÁS A LOS POBRES
La Organización Panamericana de la Salud (OPS), organismo dependiente de la Organización Mundial de la Salud (OMS), acaba de lanzar una alerta regional en estos días advirtiendo sobre el incremento imparable de los casos de dengue (673.267 casos notificados en lo que va de año), lo cual hace prever que continuará la incidencia alcista de esta enfermedad tropical, que en el pasado año 2023 registró la cifra récord de 4.565.911 casos de contagio y 2.340 fallecidos en esa parte del mundo.
El dengue es una enfermedad transmitida por la picadura del mosquito Aedes aegypti, el principal vector transmisor, provocando síntomas que varían desde una fiebre leve a una fiebre incapacitante, acompañada de dolor de cabeza intenso, dolor detrás de los ojos, dolor en músculos y articulaciones, e inflamación de la piel, hasta alcanzar niveles más graves con dificultad respiratoria y daño grave de órganos, como en el caso de la variante del dengue hemorrágico.
En estas primeras semanas de 2024, once países latinoamericanos: Argentina, Brasil, Colombia, Costa Rica, Guatemala, Guadalupe, Guyana Francesa, Martinica, México, Paraguay y Perú, reportaron un aumento en los casos de dengue que representa un incremento del 225% en comparación con el promedio de los últimos cinco años en el conjunto de estos territorios.
En este sentido, la OPS dejó en claro que el número de casos de dengue en las Américas se ha disparado en las últimas cuatro décadas; pasando de 1.5 millones de casos acumulados en la década del 80 del siglo pasado, a 16.2 millones en la década del 2010-2019.
Actualmente, 500 millones de personas en Sur, Centro y Norte América se encuentran en riesgo de contraer dengue. Tan solo Canadá, Chile y Uruguay no han reportado hasta el momento ningún caso de manera oficial.
La lucha contra esta enfermedad pasa directamente por la erradicación del mosquito, lo cual no es tarea fácil debido a las condiciones precarias de salubridad pública y saneamiento básico en muchas poblaciones del continente.
Un estudio del Departamento de Medicina Tropical de la Universidad Central de Venezuela concluyó que en el caso del dengue, y otras enfermedades como el zika o el chinkungunya, “el comportamiento y los factores socioeconómicos influyen más que ningún otro en la propagación de enfermedades causadas por vectores”. Y es que en los cinturones de pobreza de muchas poblaciones y núcleos urbanos latinoamericanos se produce el caldo de cultivo ideal para que se desboque el aumento en la población de mosquitos.
Los datos de del Programa de Naciones Unidas para los Asentamientos Humanos (ONU-Hábitat), indican que 110 millones de personas en América Latina y el Caribe viven en asentamientos informales, llámense favelas, barrios de invasión o barrios marginales donde carecen de sistema de acueducto y alcantarillado, y de recogida de basuras.
El hecho de vivir junto a las charcas de aguas residuales estancadas, los basureros al aire libre, y zonas de matorrales y rastrojos hace que las personas convivan con los criaderos de mosquitos, siendo más proclives a recibir la picadura de estos insectos.
Lo anterior, sumado a otros problemas como la malnutrición o la falta de acceso a la atención médica, da como resultado que estas poblaciones sean más vulnerables ante el dengue y sus complicaciones mortales.
Una vez más, la reducción de ciertas enfermedades en la región de las Américas, pasa por reducir antes los niveles de pobreza y de exclusión social de una gran parte de la población.