¿QUIÉN NO HA VISTO UN BOTERO?
El último gran pintor latinoamericano vivo, el colombiano Fernando Botero, ha dejado este mundo recientemente. El pasado 15 de septiembre falleció en la capital del Principado de Mónaco el maestro de los grandes volúmenes, dejando un enorme espacio vacío en el mundo de las artes plásticas que será muy difícil de llenar.
Botero nació hace 91 años en la ciudad de Medellín en el seno de una familia muy humilde en la cual su madre viuda se dedicaba a la costura con el fin de poder dar de comer a sus hijos. Curiosamente, el joven Fernando probó suerte como aprendiz de torero antes de dedicarse por completo a la creación artística, pero un percance en el ruedo privó a la afición taurina de tener un nuevo diestro colombiano, pero hizo posible que el resto de la humanidad contemplase las creaciones de este innovador pintor y escultor.
Después de sus inicios como ilustrador en el periódico El Colombiano de su ciudad natal, Botero emprendió un largo periplo de estudio y aprendizaje que lo llevó a vivir y pintar en diversas ciudades como Bogotá, Nueva York, Florencia y Madrid. En la capital española se dedicó a vender sus cuadros a los transeúntes del Paseo del Prado. Quien haya adquirido una de esas pinturas en aquel entonces, tendrá ahora en sus manos una obra por la cual los coleccionistas pujarían vorazmente en cualquier casa de subastas.
Influenciado por su paisano Alejandro Obregón, por el barroco español Diego Velázquez y por el estadounidense Jackson Pollock, y después de años de evolución, Botero se centró en el manejo de las figuras de grandes volúmenes, característica que lo hacen rápidamente reconocible en cualquier lugar del mundo.
La obtención del primer premio en el XI Salón de Artistas Colombianos, con la bendición de la Marta Traba, la pontífice de la crítica de Arte en Colombia en aquel entonces, y la adquisición de sus obras por parte de coleccionistas privados en Estados Unidos y del propio Museo de Arte Moderno de Nueva York (MOMA), marcaron un punto de inflexión en la carrera del creador artístico antioqueño que llevó a que sus obras se hiciesen presentes en los museos y galerías de todo el orbe, y que sus esculturas ocupasen los espacios públicos de las principales ciudades de los cinco continentes.
Faceta humana
A pesar de haber tenido una obra tan prolífica, Botero siempre afirmó que su mejor creación era el cuadro “Pedrito a caballo”, fruto de meses de trabajo después de la muerte de su hijo de cuatro años, Pedro Botero, en el año de 1974 en un accidente de tráfico en Andalucía durante sus vacaciones en España.
Botero recondujo el duelo hacía la creación artística, al tiempo que usaba el trabajo con los pinceles como terapia de rehabilitación para recuperar el movimiento de su mano que había resultado lesionada a causa del accidente.
Retirado de la vida pública en 2012, gran parte de su obra personal (cientos de pinturas) fueron donadas a diferentes museos colombianos. Así mismo, su obra pictórica siempre ha mostrado un compromiso con la tan ansiada búsqueda de la paz en Colombia.
Tres meses después del fallecimiento de su esposa, la artista griega Sophia Vari, una neumonía segó la vida de Fernando Botero, un magno artista que los colombianos equiparan en el mundo de las letras con la figura del novelista Gabriel García Márquez.