Un cachivache estático marmoleo y dorado, constituye parte de la escueta herencia, le he dejado enchufado por oír los ecos maternos del pasado, porque para las estupideces del presente llevo tres: el de leer la prensa; el de ver videoidiotas y el del dígame. Hace días que se me coló un matasuegra en mi Redecilla, que me escacharró hasta los dátiles, lo que me llevó a una cola interminable, cuasi sanitaria, para que un experto en malaware diera con las teclas y recuperara el buzón de majaderías.

Ahora me entero, que más allá de la Roja, después de echar por chiripas a los galos oscurecidos, para jugar en la península ibérica la final de la Nations League, por eso que a nacionalidades no nos gana ni la ONU; Hispania, la española, desde nuestro bautizaron en apodo los gabachos del sur en el Trece, es campeona en víctima de los hacquers, por los que nuestros aparatajes son sujetos permanentes de ciberataques, créese debido a la posición estratégica, económica y geopolítica de nuestro país. Los efectos permanentes al paisanaje, son más perpetuos que el gran apagón; pero son nuestras administraciones públicas, el conglomerado sanitario, la industria y pymes el manjar preferido.
La Moncloa que lleva el ábaco, suma más de mil estropicios anuales a nuestros servicios esenciales. Si ya en papel de envolver pescado, me olía a falso mucho de lo que leía, me cuesta un ojo de la paga de mantener los servicios de internet de la operadora. No sé si al teléfono quieto, le afectará el ataque cableado; tampoco me fijo de las señales de humo, encima el doctor me ha prohibido la fumata por si las moscas; así que nada más me queda la paloma mensajera, para preguntar al prójimo por la salud, a expensas que un malamadre le pegue una perdigoná.